Qué se inscribió y por qué importa
Primero en la línea: el pacto Cambio por Chile quedó inscrito este viernes 8 de agosto de 2025 ante el Servicio Electoral (Servel) y abrió formalmente la carrera parlamentaria. La alianza reúne al Partido Republicano, el Partido Social Cristiano (PSC) y el Partido Nacional Libertario (PNL) para competir en las legislativas del 16 de noviembre. Llega con 183 postulantes a la Cámara de Diputadas y Diputados, de los cuales 77 son mujeres.
El mensaje que quieren instalar es directo: seguridad, orden y crecimiento. Arturo Squella, presidente del Partido Republicano, habló de una “alternativa sólida” frente a la crisis y apuntó a la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado como prioridades. La coalición se define como una derecha con “ideas claras” y promueve una mezcla de cuadros con experiencia y caras nuevas para “recuperar el orden perdido” y redirigir el curso político desde el Congreso.
La jugada tiene sentido táctico. En Chile, la elección de diputados es proporcional con método D’Hondt y listas por distrito. Agruparse permite sumar votos al nivel de la lista y pelear escaños que, compitiendo por separado, se pierden por restos. Ser la primera alianza en formalizar también marca la agenda: posiciona el tema seguridad al inicio del calendario y obliga a sus rivales a responder.
Hay un dato de paridad que no pasa desapercibido. La ley impone que ningún género supere el 60% de las candidaturas por lista; con 77 mujeres de 183, el pacto supera el umbral mínimo del 40% femenino. Es un movimiento que cuida el cumplimiento legal y busca sintonizar con un Congreso que, elección tras elección, ha incrementado la presencia de mujeres, aunque todavía no alcanza equilibrio pleno.
¿Quiénes son? El trazo ideológico es nítido: conservadurismo en valores, énfasis en orden público, y un pie puesto en reformas pro crecimiento y desburocratización. El PSC aporta perfil socialcristiano; el PNL, un tono liberal en economía y Estado más acotado; y los republicanos, su despliegue territorial y músculo organizativo. Entre los postulantes, según describen, hay exconcejales, profesionales del mundo jurídico, dirigentes locales y perfiles técnicos para propuestas legislativas concretas.
El pacto, al registrarse, comprometió tres líneas de acción internas que buscan evitar improvisaciones y candidaturas testimoniales:
- Competir de manera conjunta y estratégica en todos los distritos donde tengan opción real.
- Coordinar una “mesa ejecutiva” para ordenar definiciones, con criterios de probidad, paridad y representación territorial.
- Lograr una bancada con capacidad de impulsar cambios estructurales desde 2026 en seguridad, gestión del Estado y economía.
Detrás del discurso hay cálculo. En distritos grandes, donde se reparten más escaños, una lista cohesionada puede transformar unos puntos más de votación en un diputado adicional. Y en distritos chicos, la coordinación evita canibalizar votos entre candidatos del mismo sector. Es el tipo de ingeniería electoral que, bien ejecutada, multiplica resultados.

Qué viene ahora: reglas, tiempos y el foco de la campaña
Con la inscripción, parte el escrutinio del Servel: verificación de requisitos, cuotas de género por distrito, declaraciones de apoyo y antecedentes de cada candidatura. Luego se publican las nóminas definitivas, se ordenan los pactos en la cédula y arranca la fase más visible: propaganda, franja televisiva asignada por reglas de ley y despliegue territorial. La contabilidad de gasto y la fiscalización quedan bajo lupa desde el primer día.
¿Por qué el énfasis en seguridad? Porque hace meses la ciudadanía la sitúa arriba en sus preocupaciones, junto al costo de vida. Encuestas como la CEP y Cadem han mostrado de forma sostenida que el temor al delito, la percepción de impunidad y la presencia del narco en barrios marcan la conversación pública. La alianza promete un paquete duro: más capacidad investigativa, penas efectivas para delitos violentos, control de fronteras y modernización del sistema penitenciario. Habrá que ver cuánta de esa agenda logra traducirse en proyectos con votos cruzados en un Congreso que, por diseño, obliga a negociar.
En economía, anticipan una línea pro inversión: simplificar permisos, plazos ciertos para proyectos, reducción de trámites y reglas estables para dinamizar empleo. También mencionan alivio a pymes y atracción de capital con una institucionalidad más predecible. La discusión tributaria, si reaparece, será un punto de choque con otros bloques que empujan mayor recaudación con foco social.
El tablero político aún se mueve. Los otros bloques tienen plazo para registrar sus pactos y listas, y es probable que veamos alianzas espejo en el centro y la izquierda. El oficialismo y sus socios evalúan fórmulas para maximizar escaños, mientras el centro-derecha tradicional define si compite unido o con subpactos. Ser “los primeros” les da a los firmantes de Cambio por Chile un par de semanas de ventaja comunicacional, pero la competencia real se mide distrito a distrito.
Calendario en mano, los próximos hitos son técnicos y clave: publicación de candidaturas aceptadas, ventana de sustituciones si alguien baja, capacitación de apoderados, impresión de papeletas y simulacros logísticos. En campaña, la diferencia a menudo la marcan las visitas puerta a puerta, la capacidad de instalar propuestas simples y medibles, y equipos que respondan rápido a crisis. Seguridad, costo de vida y gestión del Estado pintan como el tríptico central del debate hasta el 16 de noviembre.
Para el pacto, el objetivo mínimo es aumentar su presencia en la Cámara y proyectar una bancada que pese en comisiones como Seguridad, Hacienda y Constitución. Para el sistema político, el dato a seguir será cuánto orden logran imponer los pactos frente a un electorado volátil y cansado de promesas. La carrera ya partió y el tono de la campaña quedó marcado: orden, crecimiento y menos burocracia, con el Servel como árbitro de cada paso.