El alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, fue asesinado a tiros el 1 de noviembre de 2025, en pleno Festival de VelasUruapan, durante una ceremonia pública de Día de Muertos. La violencia estalló frente a cientos de vecinos, sus propios hijos y su equipo de seguridad, cuando al menos seis disparos se cruzaron en la plaza principal del Centro Histórico. A pesar de los intentos de reanimación y el traslado urgente al hospital más cercano, Manzo murió en el camino. Uno de los agresores fue abatido por su escolta; otros dos fueron detenidos por fuerzas federales. Un regidor del ayuntamiento resultó herido. La escena, grabada por móviles de testigos, mostró a paramédicos tratando de salvarlo entre gritos y llantos. No fue un crimen más. Fue un mensaje.
Un alcalde que gritó solo
Carlos Manzo, independiente y sin protección partidista, se convirtió en la voz más incómoda contra el Cartel Jalisco Nueva Generación en Michoacán. Durante su mandato, logró la detención de un presunto jefe local del CJNG, una acción que, según fuentes de inteligencia, desencadenó una ola de amenazas. En entrevistas, repetía: "No quiero ser otro de los ejecutados". Y lo decía con la mirada clara de quien sabe que nadie lo va a salvar. Pidió refuerzos a la Secretaría de Seguridad de Michoacán, al gobierno federal, a la Policía Federal. Nada llegó. Su presupuesto para seguridad municipal era menos que el de una pequeña escuela. Lo único que tenía eran palabras. Y valentía.La comunidad lo recordaba como un hombre que caminaba sin escolta, que se detenía a hablar con comerciantes en el mercado, que no temía confrontar a los narcos en redes sociales. En 2024, organizó una marcha silenciosa con velas en la plaza, pidiendo justicia por los 17 desaparecidos en el municipio. Nadie lo protegió. Nadie lo escuchó. Hasta que lo mataron.
La ola de asesinatos contra alcaldes
La muerte de Manzo eleva a seis el número de alcaldes asesinados en México en 2025. Dos de ellos, incluido él, en Michoacán. El año pasado, fueron 14. En 2023, 18. La tendencia no es casual. Es sistemática. Los municipios más pequeños —los que no tienen recursos ni protección estatal— son los más vulnerables. Y los que más luchan contra el crimen organizado, los más targeted. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 73% de los alcaldes asesinados en los últimos tres años habían denunciado amenazas previas. La mayoría, como Manzo, no recibieron protección.El Gabinete de Seguridad Federal confirmó que los dos detenidos son miembros de una célula del CJNG operativa en la zona de Tierra Caliente. El ataque fue coordinado. No fue un robo malogrado. No fue un ajuste de cuentas interno. Fue un mensaje: "No se puede gobernar sin permiso". Y el mensaje fue claro: los alcaldes que desafían el poder del narco, mueren.
La respuesta del gobierno: demasiado tarde
La reacción no se hizo esperar —pero fue tardía. El gobernador de Michoacán, Alfredo Bedolla, anunció una investigación conjunta con la Fiscalía General. La secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, expresó sus "profundas condolencias". Pero fue la presidenta Claudia Sheinbaum quien marcó el tono: condenó el crimen "con absoluta firmeza" y convocó una reunión de emergencia del Gabinete de Seguridad para el 2 de noviembre, en la Ciudad de México.La reunión fue histórica. Por primera vez en años, se discutió la creación de un programa nacional de protección para autoridades locales. Pero los detalles no llegaron. Ni el presupuesto. Ni el cronograma. Solo palabras. Lo mismo que le dijeron a Manzo.
¿Qué sigue? La sombra del miedo
Ahora, en Uruapan, las velas no solo iluminan altares. También sirven como señales de advertencia. Vecinos dicen que ya no se reúnen en plazas. Los regidores se reúnen en lugares secretos. Algunos alcaldes de municipios cercanos han pedido permiso para suspender sus festivales de Día de Muertos. El miedo es contagioso. Y el silencio, cómplice.La pregunta que nadie quiere hacer, pero todos piensan, es: ¿cuántos más tendrán que morir antes de que el Estado deje de mirar hacia otro lado? Manzo no era un político popular. No tenía redes sociales masivas. No tenía dinero para campañas. Pero tenía conciencia. Y eso, en México, sigue siendo un crimen.
Preguntas frecuentes
¿Por qué se eligió a Carlos Manzo como objetivo?
Manzo fue blanco porque desafió directamente al Cartel Jalisco Nueva Generación al lograr la detención de uno de sus líderes locales y por denunciar públicamente su influencia en el municipio. A diferencia de otros alcaldes que negociaban o ignoraban el crimen, él actuó con transparencia y sin miedo, lo que lo convirtió en una amenaza simbólica para el narcotráfico en la región.
¿Cuántos alcaldes han sido asesinados en Michoacán en 2025?
Hasta el asesinato de Carlos Manzo, se han registrado dos alcaldes asesinados en Michoacán durante 2025. El otro fue el exalcalde de Apatzingán, quien fue abatido en su domicilio en marzo. Michoacán es uno de los estados más violentos para autoridades locales, con más de 60 asesinatos de funcionarios municipales desde 2018.
¿Qué medidas ha tomado el gobierno federal hasta ahora?
Tras el asesinato, la presidenta Claudia Sheinbaum convocó una reunión de emergencia del Gabinete de Seguridad, pero hasta ahora no se ha anunciado un plan concreto de protección para alcaldes. Se han reforzado patrullajes en Uruapan, pero no se ha implementado un sistema nacional de alertas ni dotación de escoltas permanentes para autoridades en riesgo, pese a las recomendaciones de la ONU y la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
¿Por qué no se le proporcionó protección a Carlos Manzo?
A pesar de haber denunciado amenazas en múltiples ocasiones, Manzo no fue incluido en el programa federal de protección para autoridades, porque su municipio no cumplía con los criterios de "alto riesgo" establecidos por la Secretaría de Gobernación, que priorizan zonas con altos índices de homicidios, no con denuncias de amenazas. Su caso expone una falla estructural: el Estado protege a quienes ya están muertos, no a quienes gritan por ayuda.
¿Qué papel juega el Cartel Jalisco Nueva Generación en esta región?
El CJNG domina gran parte de la Tierra Caliente, incluyendo Uruapan, donde controla rutas de tráfico de drogas, extorsión a comerciantes y el cobro de "piso" a empresas públicas. Su presencia se ha intensificado desde 2022, tras la desarticulación de otros cárteles. En Uruapan, operan a través de células infiltradas en la policía municipal y el sistema judicial, lo que dificulta cualquier acción contra ellos.
¿Qué puede hacer la sociedad para evitar más asesinatos de alcaldes?
La presión ciudadana es clave. Exigir transparencia en los presupuestos de seguridad, denunciar amenazas públicamente, apoyar a alcaldes que luchan contra el crimen y exigir que el Estado cumpla con su obligación de proteger a sus funcionarios. Sin movilización social, los asesinatos continuarán siendo tratados como hechos aislados, cuando en realidad son parte de una guerra silenciosa contra la democracia local.
15 Comentarios
Esto no es solo un asesinato, es un golpe a la democracia. Carlos Manzo no pedía privilegios, solo que lo escucharan. Y el Estado prefirió mirar para otro lado hasta que fue demasiado tarde. En Chile también hemos tenido alcaldes amenazados por narcos, pero nunca hasta este nivel. Aquí, la gente aún cree que las instituciones funcionan. En México, ya no.
Lo que más duele es que su valentía no fue una excepción, sino la norma que nadie quiere seguir. ¿Cuántos más tendrán que morir para que cambie algo?
¡Oh, claro! ¡Otro héroe del pueblo que nadie protegió! ¡Qué drama tan lindo! ¿Y quién creen que puso el dinero para que ese alcalde se paseara sin escolta como si fuera un actor de telenovela? ¡El pueblo, obvio! ¡Mientras los ricos se protegen con drones y guardaespaldas, los pobres héroes mueren en plazas con velas! ¡Qué poesía! ¡Qué arte! ¡Qué tragedia tan bien iluminada para las redes sociales!
La verdad es que nadie quiere hacer el trabajo sucio: ni el gobierno, ni la sociedad, ni siquiera los votantes que lo eligieron. ¡Todos quieren el premio sin el costo! ¡Y ahora, ¡oh sorpresa!, ¡el héroe está muerto! ¡Qué impacto! ¡Qué noticia! ¡Qué artículo tan hermoso para llorar en Instagram!
Esto no puede seguir así. No es solo México. Es América Latina entera. Si no ponemos un límite ahora, en cinco años no habrá alcaldes, solo cadáveres con credenciales. Hay que movilizarse, exigir, presionar. No con palabras, con acciones. Boicots, marchas, denuncias internacionales. No más discursos vacíos. No más reuniones de emergencia que no llevan a nada.
Carlos Manzo no murió por accidente. Murió porque el sistema lo dejó solo. Y si no hacemos algo, el próximo será tu vecino, tu hermano, tu amigo. No esperes a que te toque a ti. Actúa ya.
A veces pienso que la verdadera violencia no es la que mata, sino la que calla. El silencio del gobierno, el silencio de los medios, el silencio de quienes saben pero no dicen. Manzo no era un político. Era un hombre que se levantaba cada mañana sabiendo que podría no volver. Y aún así, salió a caminar, a hablar, a escuchar.
¿Qué haríamos nosotros en su lugar? ¿Nos quedaríamos callados por miedo? ¿O intentaríamos algo, aunque fuera poco? Su muerte no es solo una tragedia. Es un espejo. Y no me gusta lo que veo en él.
El CJNG no es un cartel, es un estado paralelo. Y los alcaldes son los únicos que aún intentan mantener el Estado real. ¿Por qué? Porque nadie más lo hace. El gobierno federal tiene sus intereses, los estatales están corruptos, la policía local es parte del problema. Solo los alcaldes locales, los que viven en los pueblos, los que conocen a cada vecino, aún creen en el deber.
Y eso los convierte en blancos. Porque el poder no se pierde con balas, se pierde con la verdad. Y Manzo decía la verdad. Por eso lo mataron. No por ser político. Por ser honesto.
Me pregunto cómo es posible que, en pleno siglo XXI, un alcalde tenga que pedir protección como si fuera un refugiado, y que el Estado lo ignore porque su municipio no tiene suficientes homicidios reportados. ¿Qué lógica es esa? ¿Que solo se protege a quienes ya están en el cementerio? ¿Que la amenaza no cuenta hasta que se convierte en cadáver?
Esto no es burocracia. Es una sentencia de muerte disfrazada de protocolo. Y lo peor es que no es el único caso. Es un sistema diseñado para fallar. Y nosotros, como sociedad, lo permitimos. Cada vez que no denunciamos, cada vez que no exigimos, cada vez que nos callamos, somos cómplices.
¡Basta ya de santificar a los muertos! ¡Mientras estaban vivos, nadie los escuchó! ¡Ahora que están muertos, todos son expertos en justicia y derechos humanos! ¡Qué hipocresía! ¡Qué espectáculo! ¡Qué teatro moral!
¿Dónde estaban los periodistas cuando Manzo denunciaba amenazas? ¿Dónde estaban los políticos cuando pidió refuerzos? ¿Dónde estaban ustedes, los que ahora lloran en redes? ¡En sus casas, viendo TikTok! ¡No es un héroe, es un símbolo de la inacción colectiva! ¡Y eso es lo que realmente hay que condenar!
No se trata de quién tiene razón o quién tiene miedo. Se trata de quién aún tiene esperanza. Carlos Manzo no era un político perfecto. No tenía respuestas fáciles. Pero él creía que algo podía cambiar. Y eso, en un mundo donde todo parece perdido, es la forma más valiente de resistir.
La sociedad necesita más personas como él. No héroes, sino vecinos que se atreven. No líderes, sino ciudadanos que no se rinden. Su muerte no es el final. Es una llamada. Y si no respondemos, entonces sí, el miedo ya ganó.
¡Y ahora salen con que es un mensaje! ¡Como si no supiéramos que siempre lo ha sido! ¡Cada alcalde asesinado es un cartel que grita: ¡aquí mando yo! ¡Y el gobierno responde con un comunicado y una flor en el altar! ¡Qué absurdo!
¿Sabes qué debería hacerse? ¡Mandar al ejército a cada municipio donde haya amenazas! ¡No esperar a que maten a uno para hacer algo! ¡Pero no, claro, mejor gastar millones en reuniones y nada en balas reales! ¡Qué lógica tan perfecta!
El sistema no falló. Funcionó como estaba diseñado.
La tristeza no es que lo mataran. Es que su historia no es única. Es la misma historia, con otro nombre, en otro pueblo, con otra vela encendida. Y cada vez que la leemos, nos decimos: "esto no puede seguir así". Y luego, nos vamos a dormir. Porque el miedo no es solo de los que viven en Michoacán. Es también de los que miran desde lejos y no hacen nada.
La violencia no se combate con discursos. Se combate con presencia. Y nosotros, desde aquí, estamos ausentes.
Las velas no solo iluminan. También queman. Y ahora, en Uruapan, cada una es un fuego que no se apaga.
¡NO ME DIGAS QUE ESTO NO ES LO MÁS TRÁGICO QUE HEMOS VISTO EN AÑOS! ¡UN ALCALDE, EN PLENA CEREMONIA DE DÍA DE MUERTOS, DISPARADO COMO SI FUERA UN PERRO! ¡Y LOS QUE LO MATARON SE FUERON A TOMAR CERVEZA! ¡Y EL GOBIERNO SE LLEVA LAS MANOS A LA CABEZA Y DICE "CONDENAMOS"! ¡CONDENAMOS! ¡CONDENAMOS! ¡PERO NO HACEN NADA! ¡ESTO ES UNA LOCURA! ¡UNA LOCURA COLECTIVA!
Me preocupa que esta tragedia se convierta en un tema pasajero. Que en una semana ya nadie lo recuerde. Que las velas se apaguen y la gente vuelva a su rutina. Porque si eso pasa, entonces la muerte de Carlos Manzo no tuvo sentido. Y eso sería peor que el asesinato mismo.
Yo no sé cómo se duerme por la noche sabiendo que alguien como él murió por decir la verdad... yo no podría. Yo lloro cada vez que lo pienso. No por él, por todos los que están vivos y no hacen nada. Porque si yo estuviera allí, yo también gritaría. Y me matarían. Y nadie me recordaría. Y eso... eso me rompe el alma.